Si en tu casa hay muchas plantas o un buen jardín y tienes la posibilidad de distribuirlas gracias al espacio que tienes, ten en cuenta que su colocación también te ayudará a ahorrar agua. Si agrupas las especies que necesitan una cantidad similar facilitarás el riego por zonas o incluso la colocación más adecuada de un sistema de goteo.

Cuando el suelo tiene mucha agua elimina el aire que las raíces necesitan para respirar y las ahogamos sin oxígeno. En épocas de lluvias, ten en cuenta que el suelo puede drenar bien para evitar encharcamientos.

En principio se puede regar en cualquier momento; Sin embargo, los criterios que llevan a elegir un determinado momento del día son la efectiva absorción del agua por las raíces y una menor evaporación.

Desde este punto de vista, en verano conviene regar a primera hora de la mañana o, lo mejor, dejarlo durante la noche. La evaporación del agua es menor y en consecuencia las raíces absorben en mayor medida el líquido ya que permanece más tiempo en la tierra. En invierno, y si las temperaturas son especialmente bajas, es preferible regar a primera hora de la mañana para evitar cualquier riesgo de heladas.

Las plantas necesitan minerales provenientes de la arcilla ya que este tipo de suelo tiene propiedades que le permiten expandirse y retener mejor el agua, y de forma más uniforme.

En verano el calor hace que el agua se evapore rápidamente, por lo que si riegas superficialmente estarás desperdiciando agua. Lo ideal es realizar un riego más profundo, dirigido a las raíces de las plantas. No sólo es importante que dirijas bien el chorro de agua, sino que también debes regar lentamente, para que la tierra absorba mejor el agua, ya que si se encharca gran parte se evaporará.

Si ves que el césped tiene un aspecto diferente en distintas partes del jardín, es posible que una parte del jardín necesite una cantidad de agua y otra parte otra.

Si es así, lo mejor es que el exceso de riego que necesite una de las partes se aplique manualmente. Te permitirá ser más selectivo y no inundarlo en exceso. Demasiada agua al final suele ser más dañina para el césped que muy poca.